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31 marzo, 2006

La razón como esperanza

La experiencia de debate en los foros del feminismo de género, para quien como yo no compartimos esa visión, resulta una experiencia ambivalente, por momentos estimulante porque pone a prueba tus pensamientos y reflexiones, pero dado el carácter cerrado, quizá habría que decir sectario de los mismos, a veces, lo que debería ser diálogo o debate, se convierte en espada de Damocles siempre presta a expulsar de los mismos a quienes no compartimos su línea de pensamiento, cuando no una retahíla de insultos a cada cual más inconsistente, en una especie de proyección psicológica de quien los realiza. De ese modo quienes insultan acusan a los que opinan de revientaforos, quienes actúan con prepotencia acusan a los otros de machistas, misóginos, y no sé cuantas cosas más. Hay algún personaje a quien no se le conoce ninguna opinión o reflexión sobre ningún asunto, pero si un montón de posts en los que acusa a los demás de boicoteadores, revientaforos, y no se qué cosas más. La verdad hay que verlo para creerlo. Un poco el mundo al revés.
Después de una experiencia como la que relato más arriba, me he puesto a bucear en la red y he tenido la fortuna de encontrar un hermoso texto, un poco largo eso sí, que consiguió devolverme el humor y que como pequeña joya que es quisiera compartir. Es de Edisón Otero Bello y se titula LA RAZÓN COMO ESPERANZA y lo encontrareis en la siguiente dirección:

http://www.edisonotero.cl/docs/LA_RAZON_COMO_ESPERANZA.pdf

Que lo disfrutéis, al menos tanto, como lo he disfrutado yo.

Un saludo

25 marzo, 2006

Algunas reflexiones en torno a la educación

He visto, con la excepción de uno, todos los capítulos del programa de la Cuatro la Supernanny. Siendo pocos, quizás algunas constantes merecen la pena.

Primero, el mal comportamiento de niños y niñas, parece corregible en buena medida, de tal modo que fallan más los padres que los niños.

Segundo, parece establecido entre las madres que los niños son más difíciles de educar que las niñas, y por eso se les recrimina más, consiguiendo justamente lo contrario de lo deseado ya que de ese modo lo que se consigue es fijar la mala conducta del niño.

Asombra pensar el número de niños que se están educando sin la figura del padre en casa, ni la del varón en el colegio, porque cada vez es más frecuente que en esos dos ámbitos la única figura que conozcan sea la femenina.

Viendo el programa semana a semana, contemplando lo que los niños y niñas hacen en casa, uno entiende mucho mejor lo que sucede en colegios e institutos, y se explica, algo del por qué de la crisis de la educación que padecemos.

Lo que cabe preguntarse es, para cuándo un diagnóstico oficial que dé cuenta de esta situación y comience a arbitrar medidas para corregir los graves fallos de la educación en casa y en la escuela.

O también en este terreno, seguiremos la consigna de cierto feminismo y ciertos profeministas que por lo único que claman es por medidas de castigo, que penalicen las conductas de los alumnos varones díscolos, cuando ya el mal está hecho y tiene más difícil solución.

24 marzo, 2006

Sobre un artículo de Francisco J. Laporta

He leído recientemente (El País 18/03/2006) un artículo de Francisco J. Laporta titulado Ser liberal que me ha impactado de tal forma que yo, que me considero de inclinaciones más bien socialistas, no me puedo resistir a traer aquí una breve muestra del mismo, porque creo ataca un problema que, definitivamente, algún día habrá que abordar, cual es el esos movimientos que han decidido anular al individuo encerrándolo en una categoría, por ejemplo, el género, que lo convierte en una átomo, intercambiable por cualquier otro átomo, privándolo así de todos sus rasgos de humanidad, al convertirlo en mero número de un conglomerado. La cita es la siguiente:

"La autonomía personal es para el liberal aquello que nos eleva a la categoría de seres morales, aquello que nos constituye como actores en el desarrollo de nuestras convicciones sobre lo que es bueno y lo que es malo. Ser actor de mi vida es lo que me transforma en persona en el sentido moral, lo que me confiere el mérito moral y me hace moralmente responsable. Si fuera un ser pasivo en el que se inducen automáticamente comportamientos y sensaciones, por exitosas o placenteras que fueran, no tendría el más mínimo papel en el universo moral, como no lo tiene la planta que produce flores, por bellas que éstas sean, o el sujeto que es llevado por una fuerza insuperable a realizar una acción buena. Lo que me instala en el universo de la ética es mi condición de ser humano autónomo. Esa convicción es el centro de gravedad de lo que significa ser liberal.
Como es fácil de imaginar, un punto de partida tan poderoso arrastra tras de sí muchas y muy importantes consecuencias. En primer lugar, y por lo que a la vida política se refiere, toda la actividad política y los proyectos de la sociedad se tornan en un gran proceso de deliberación entre personas libres y autónomas que intercambian sus ideas presididas por la virtud de la tolerancia y la guía de la racionalidad. No tienen sitio por ello aquí la descalificación y el improperio, la imposición o el trágala, o la manipulación de los datos y la excitación tramposa de resortes emocionales. Para ser liberales, los partidos y sus responsables han de comportarse en las instituciones como en foros para la discusión racional y la exposición articulada de preferencias e intereses. Deben esforzarse porque en ellas se presenten al ciudadano las razones de las decisiones que se adoptan y los fundamentos en que se basan las directrices políticas que se persiguen. Para ello deben hablar y razonar, nunca mentir, alegar pros y contras, nunca distorsionar, y tratar a los demás actores políticos y sociales con el respeto que deriva de su condición de partícipes de la peripecia política de la comunidad, nunca denigrarlos o insultarlos. El liberal no distorsiona ni compromete las instituciones de la democracia para obtener un rédito de partido, y menos aún se dedica a falsearlas para hacerlas actuar en su propio beneficio.
Por lo que respecta a la información pública en los medios de comunicación, el liberal es veraz, independiente, imparcial y limpio. Tiene vedado engañar presentando sólo una parte de los hechos, medias verdades o simples mentiras. No debe interponerse con la propia ideología entre los hechos y los oyentes o los lectores para contaminar el mensaje, ni hacer pasar por realidad lo que es deseo de partido, ni jugar sucio para satisfacer al patrón. Como portador de una convicción sobre la mayoría de edad, la racionalidad y la dignidad de sus interlocutores, el informador liberal jamás denigra a nadie, ni desliza sugerencias que puedan minar la dignidad de los demás. No juega con trampa para ensalzar a nadie o socavar su reputación. Presenta hechos y argumentos procurando siempre que el razonamiento, aunque sea adverso a alguien, no toque siquiera la piel de la persona. No imputa gratuitamente delitos ni vehicula insidias que puedan destruir la imagen de aquel de quien habla. Y, por supuesto, se esfuerza siempre en no pasar de contrabando sus opiniones haciéndolas parecer informaciones.No se es, por ello, liberal, cuando se piensa que es lícito mover a las personas mediante manipulación, catequesis, indoctrinación o lavados de cerebro."

21 marzo, 2006

Larga vida a las otras feministas

Quiero saludar desde aquí la conformación de la corriente las otras feministas. Con este feminismo me encuentro perfectamente identificado, y hago votos porque su filosofía sea capaz de impregnar algo la acción del Gobierno, y los planteamientos de los partidos políticos, hoy excesivamente escorados a favor del feminismo de género.

También Pilar Rahola ha escrito un artículo valiente “No en mi nombre” (El País de 18 de marzo de 2006) bastante en consonancia con este tipo de planteamientos en los que, se comienza a cuestionar algo de la marcha de las políticas de igualdad y, se señala que por parte del feminismo dominante se están cometiendo excesos, y hace falta un cambio de rumbo en algunas políticas y en las decisiones de los juzgados, donde el hombre aparece con un plus de culpabilidad, y la mujer con un plus de credibilidad, que nos aleja cada día más de la presunción de inocencia y el respeto a las garantías jurídicas de los ciudadanos.

Ojalá estos gestos representen un signo de que algo empieza a moverse en este terreno y todavía sea posible reorientar determinadas políticas.

Ahora ya sólo falta que el hombre tome conciencia de todas estas cosas y, deje de ser sujeto pasivo para convertirse en sujeto activo de la igualdad y la defensa de sus derechos y su dignidad.