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06 abril, 2008

La tortuga y la liebre

Mucho me temo que, en este caso, la tortuga y la liebre corren como se esperaría que lo hicieran y a nosotros nos está tocando jugar el papel de la tortuga. Me supongo que habréis leído la entrada en Malaprensa que habla de las mujeres suicidas y también lo mucho que tardó en reaccionar la Asociación de la prensa al contenido de la Ley de Igualdad. A mi modo de entender, estos dos hechos nos ofrecen una pista esclarecedora de cómo se mueve el feminismo institucional en una sociedad que, al menos a primera vista, parece haberse entregado no sólo a sus propuestas, sino a cualquiera de sus caprichos por ausentes de fundamento que puedan estar, habiendo decidido además financiárselos.

Pues, si los partidos políticos le han dado un cheque en blanco en leyes como la de violencia, la de divorcio o la de igualdad, ahora descubrimos que los periodistas tardan en reaccionar un año, antes de darse cuenta de que en la Ley de Igualdad se cuelan de matute demasiadas cosas inasumibles por la prensa de una sociedad libre y democrática. Es posible que en tiempos venideros hayamos de escuchar algún lamento más por parte de algún otro colectivo de profesionales sean éstos de la sociología, la estadística o de algún otros ámbito del pensamiento; pero, mientras tanto, este feminismo campa a sus anchas con muy poco respeto por la verdad y muy pocos deseos de igualdad.

Son ya demasiados los errores estadísticos y de todo tipo del feminismo institucional para que se pueda considerar casualidad uno más. Y no debiéramos olvidar que son justamente este tipo de informaciones y estadísticas chapuceras las que lo sostienen y las que justifican su existencia; pues de otro modo se vería obligado a irse a su casa y dejar de una vez de enturbiar y confundir a la opinión pública con el tema de la violencia doméstica.

Quizá convencidas de que la encuesta sobre violencia está suficientemente desprestigiada por su ausencia de fundamentación rigurosa, ahora el procedimiento parece consistir en un mecanismo enteramente en sus manos y consistente en que por un lado se dan cursillos para el personal sanitario en los cuales se deja claro que no sólo la violencia física o la presión psicológica constituyen violencia de género, también cualquier situación de pareja en la que el reparto de tareas domésticas no sea al 50%, el impago de la pensión y, estoy seguro que a estas alturas ya se habrán añadido algunos ítems más; para a continuación recoger como fruto maduro la conclusión de que 1/3 de las mujeres que asisten al médico sufren maltrato.

Sencillamente perverso. Algún día este feminismo deberá explicar por qué su leitmotiv es este de la violencia y por qué tanta chapuza y tanta mentira. Lo cierto es que a fuerza de repetir estadísticas trucadas sobre la violencia hacia las mujeres están consiguiendo que ya casi nadie se cuestione que pareciera que esta violencia sólo pueda ser ejercida por el hombre y no sólo sucediera que la mujer la desarrolla en menor proporción sino que por definición no pudiera desarrollarla con lo que, al menos ese objetivo, permanezca en pié aún después de que se haya demostrado la falacia de sus métodos.

Tengo la sensación que un momento como el presente en el que se produce un despiste tan generalizado por parte de tantos colectivos y un poder tan alto por parte de otro no es frecuente encontrarlo.

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