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17 julio, 2008

Los roles, ayer y hoy

Quiero, aprovechando algunas citas del libro de Alain Touraine: El mundo de las mujeres, realizar una pequeña reflexión sobre la evolución de los roles en los últimos 150 años para constatar dos cosas: una, los hombres muestran una incapacidad mayor que las mujeres para escapar a su rol y dos, con el nuevo reparto los hombres no pierden nada de lo que en el suyo había de carga pesada, ni ganan en lo que en el de la mujer podía haber de positivo; mientras, las mujeres conservan lo que el suyo tenía de positivo y se garantizan el 50% del poder político y económico.

A lo largo del texto de Touraine son muchos los momentos en que nos topamos con la idea de un hombre atado a su rol, por ejemplo en la página 90:

“El hombre construye el sentido de su existencia, su razón de ser, a partir del trabajo, de la guerra, de la responsabilidad. La mujer vive una relación más profunda consigo misma….”

O en la página 108:

“El tema que los hombres abordaron con mayor frecuencia al hablar de sí mismos es que ellos no tenían elección sobre su forma de vida: estaban condenados a dar prioridad al trabajo, a la carrera profesional, a los ingresos. Sin duda les habría gustado llegar a tener una vida más equilibrada, como la que disfrutan las mujeres, pero sabían perfectamente que estaban lejos de conseguirlo: las obligaciones que asumían y a las que dedicaban su energía eran muy pesadas, pero lo que estaba en juego era su carrera y tolo lo que constituía el universo del trabajo.”
Podría continuar pero creo que quizá con esas dos citas es suficiente para percatarnos de que si fuera tan cierto que son los hombres quienes imponen los roles les sería más fácil escapar del suyo, cosa que como vemos les viene tan impuesta como a ellas, y además muestran una menor capacidad para liberarse de él.

A fuerza de ser un poco esquemático y ver en perspectiva cuánto y en qué dirección se han movido los roles en el último siglo y medio debemos constatar que, si en el reparto tradicional de roles había una cierta tendencia a la compensación, es decir, los hombres entendían de lo público en lo que de positivo podía representar: poder económico, político,… pero también en lo que pudiera representar de carga pesada: trabajos duros y de riesgo, emigración forzada, servicio militar, guerras,… (Y no nos olvidemos de las clases sociales que hacían que esa carga fuese muy diferente según la posición social que se ocupase).

Mientras, las mujeres confinadas en el terreno de lo privado se aplicaban fundamentalmente el cuidado de los hijos y las tareas domésticas, tareas no siempre más ingratas que las de los varones y no exentas de satisfacciones, sobre todo por la mayor seguridad de la casa y una mayor cercanía a los suyos, como pone de manifiesto el hecho constatado a día de hoy de la resistencia de la mujer a ceder cualquier terreno en lo que a relación privilegiada con los hijos se refiere. (Al igual que para los hombres es preciso tener presente que esa carga se repartía y se reparte de forma muy diferente según el lugar social que se ocupase).

Insistir quizá en lo del esquematismo del análisis pues, por ejemplo, en Galicia esa realidad de los roles no impidió que los 3 personajes públicos más significativos del siglo XIX hayan sido tres mujeres: Rosalía de Castro, Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán, o que como consecuencia de la emigración a América fueran muchas las que tuvieran que asumir los dos papeles y hacerse cargo en exclusiva de la familia, lo que exigía ocuparse de las tareas del hogar y del campo.

Vista la situación desde hoy es fácil constatar que las mujeres han roto el círculo de lo privado y se han incorporado ampliamente a lo público, mientras que, por el lado de los hombres, el acercamiento a los hijos les sigue siendo negado como pone de manifiesto el estudio de Alain Touraine:
“Las mujeres son conscientes de que mantienen una relación privilegiada con los hijos, cuya existencia les confiere un poder al que no renunciarían por nada del mundo, aunque los hombres compartieran las tareas de la casa con ellas, incluyendo el cuidado de los niños.” (pág. 139)
Pero, sobre todo nuestra legislación, donde el hombre no sólo carece de cualquier derecho en lo relativo a la reproducción (nosotras parimos, nosotras decidimos), tampoco en lo relativo a la custodia compartida en caso de separación. ¡Qué decir de la imagen pública de la paternidad, que pareciera que sólo existe para lo malo¡

Es decir, que en esa transformación de roles sociales los hombres no han perdido nada de lo que en el suyo representaba de carga pesada: trabajos duros y pesados, emigración forzada, tareas de seguridad, guerra,… lo que acaba traduciéndose en una esperanza de vida 7 años menor, una propensión al suicidio 3 veces mayor y la práctica totalidad de accidentes de trabajo, y cediendo en el reparto del poder económico y político con las mujeres como queda establecido mediante la paridad de las listas electorales y las cuotas en los consejos de administración de las sociedades y otras medidas de discriminación positiva llevadas a cabo por la Administración y que, en la práctica, supone poner a su disposición parcelas exclusivas de lo público. En lo relativo al mercado de trabajo la mujer puede, sin reproche social alguno, incorporarse o no al mismo, hacerlo a tiempo parcial, y rechazar aquellos puestos que no se adapten a su titulación (recientemente conocíamos por la prensa que 32.000 mujeres catalanas con título superior estaban en esa situación) o sus preferencias, también gozan de una mayor facilidad para retirarse antes, como algún caso sonado ya comentado en esta bitácora pone de manifiesto.

Mientras, parece que lo único repartible del rol femenino fuera ese 50 % de las tareas domésticas (así está recogido en la Ley de Igualdad, y es criterio para los profesionales relacionados con la violencia de género). Es decir, los hombres mantenemos nuestro rol intacto en lo que representa de pesada carga y ganamos en el reparto de las tareas del hogar. Mientras tanto, la legislación establece automatismos que garantizan a las mujeres la plena incorporación a lo público incluida la paridad en el terreno de la política y, las cuotas en los consejos de administración en lo económico, así como alguna otra prebenda como puede ser la participación en los consejos de redacción de los medios públicos de comunicación; al tiempo que cultivan una relación privilegiada con los hijos, tienen todos los derechos sobre la reproducción, y la legislación y la práctica jurídica les garantizan la custodia de los hijos y el disfrute del domicilio familiar en caso de separación.

Francamente es difícil ver en esta evolución algo que recuerde a aquel pretendido beneficio que reportarían a ambos sexos las políticas feministas y la modificación del reparto de roles que prometía el feminismo clásico; el feminismo de hoy pasa de esas consideraciones. Viendo las cosas en esta perspectiva se entiende un poco mejor lo que vemos y oímos en la calle y la vida, y entendemos por qué las chicas tienen unas expectativas de vida mucho más favorables que los chicos, por otro lado tan contrarias al cansino mensaje del género incapaz de dar otra imagen de la mujer que no sea la víctima, ni una imagen del hombre que se escape a la de verdugo.

16 julio, 2008

Comentario de Manu

Como comentario a la entrada: La crítica y el género, escribe Manu lo siguiente:

No se si habéis notado que muchos de los artículos que critican de alguna forma el feminismo en medios importantes se cuidan mucho de dejar claro que las mujeres están discriminadas, han sufrido siglos de opresión, etc etc. ¡En este artículo esta actitud a mi me ha parecido especialmente acusada!¿Por qué este complejo de culpa? ¿Por qué no decir lo que se quiera decir sin tener que justificarse? ¿Por qué asumimos que se nos va a tachar de machista y nos ponemos la venda antes de la herida?

Aunque en el mismo hilo hemos escrito comentarios Jeipi y yo, quisiera volver sobre el asunto porque es una actitud que no sólo se produce en Francisco J. Laporta otros muchos autores la manifiestan, también aquellos que son críticos con las posiciones feministas, mostrando sin embargo una total incapacidad para desembararse de algunos lugares comunes de la ideología feminista.

Si hicieramos una encuesta en la calle preguntando si las mujeres cobran menos por el mismo trabajo, estoy convencido de que la respuesta sería abrumadoramente favorable al sí y en este caso el mensaje del feminismo no sólo ha alcanzado a los menos ilustrados también se ha impuesto firmemente entre buena parte de la intelectualidad de este país y otros. No sólo el presidente del Gobierno lo sustuvo en campaña electoral, un autor como Alain Touraine no lo pone en cuestión, como tampoco lo hace Pascal Bruckner y tantos otros. Como digo en otra entrada, en los libros de Educación para la Ciudadanía se sostiene esto. (Quien desee informarse en profundidad sobre este asunto puede hacerlo aquí y en otras entradas de la misma bitácora) .Pero muchos otros aspectos de la relación entre los sexos están sometidos al mismo proceso de falta de contraste y circulan en libros serios y menos serios con absoluta facilidad.

En mi opinión, uno de los aspectos más preocupantes de las políticas feministas es que están impuestas con total ausencia de debate y discusión, lo que al final redunda en que quienes las sostienen puedan imponerlas se ajusten o no a criterio de verdad alguno. Y hay que pensar que entre los varones esta discusión está prácticamente sin empezar. La entrada de la bitácora de Wonkapistas muestra además la facilidad con que alguien que ostenta el cargo de ministro puede dar una conferencia sobre un eslogan como el de que las mujeres fueron las últimas en entrar en el mercado de trabajo y son las primeras en salir de él en casos de crisis, y lo dice en la confianza de que todo lo de su círculo va a misa y no necesita demostración ni contraste alguno con la realidad.

Igualdad “sui generis”

¿Cómo debería llamarse el principio de igualdad según el cual: si yo gano menos que tú el sistema es injusto y discriminatorio, pero si soy yo quien gana más es porque me lo merezco? Aunque en otros momentos podría formularse diciendo que, si se trata de mi género, la norma a aplicar será la que más me favorezca en cada caso, y así en alguno será la de mérito y capacidad, en otros bastará con la titulación, y aún en unos terceros sencillamente con ser mujer. Si fuera el otro género el favorecido estaríamos ante la evidente constatación de la injusticia de la sociedad patriarcal y la permanente discriminación de la mujer.

¿Cómo calificar que el Consejero de Trabajo de mi Comunidad haya firmado con la Universidad un acuerdo con un coste de 120.000 € por el que, esta última, realizará un estudio sobre distribución entre los sexos de las tareas del hogar, con el hecho de que, recientemente en una entrevista a la prensa el propio consejero confesara que él en casa hacía más bien poco y cocinar no sabía? Dato que podríamos unir al hecho de que con anterioridad otra Consejería del mismo Gobierno financió una serie de entrevistas en la prensa a personajes públicos masculinos en las que, uno tras otro fueron relatando que procuraban hacer algo, pero al final era más bien poco lo que hacían. ¿Estaremos ante una nueva forma de despotismo ilustrado, según la cual la regla vale para los de abajo, la norma es para el pueblo, porque los que la elaboran y establecen con hacer eso ya tienen bastante?

Y volviendo a la encuesta, ¿qué sucederá con el cómputo cuando se trate de marineros que pasan temporadas en el mar, o camioneros que están en casa pocos días a la semana, o muchas otras situaciones en las que el hombre realiza trabajos difícilmente compatibles con las tareas del hogar? ¿Qué pasa cuando la mujer no trabaja fuera, o cuando realiza un trabajo a tiempo parcial? ¿Se tendrán en cuenta todas esas circunstancias, se pensará que lo lógico sería compensar un mayor esfuerzo fuera, con una menor dedicación en casa, o bien se hará tabla rasa de todas esas circunstancias y se medirá exclusivamente el trabajo en casa? ¿Cómo se comentará y explicará el resultado a los medios de comunicación, obviando esa dificultad y anunciando exclusivamente el porcentaje como viene siendo norma, o bien, se tendrán en cuenta el resto de las circunstancias? Cuando en una pareja los dos trabajan fuera y se tiene contratadao a un tercero para que realice el trabajo doméstico, ¿a quién se imputa? ¿A quién se imputa cuando existe ese mismo contrato y la mujer no trabaja fuera? ¿Esas circunstancias tendrán reflejo en el resultado de la encuesta? Quisiera equivocarme pero los antecedentes en este tipo de estudios han demostrado estar concebidos más para confirmar algo que ya se cree saber y buscar un titular de prensa, que con el objetivo de procurar los resultados matizados de un trabajo de investigación. (Y, ojo, que el tema tiene más interés del que parece, ya que cuando ese reparto no sea al 50% puede ser aducido por la mujer como causa de maltrato. Así están las cosas)

P.D.: Acabo de leer en un artículo de Luisa Castro feminista renombrada que: (y traduzco del gallego) “Lavar un plato me puede producir fácilmente una depresión de varios meses.” con lo que se entiende menos porque la encuesta se pasó en exclusiva a personajes masculinos.

14 julio, 2008

La crítica y el género

Me quedo con el título del artículo de Francisco J. Laporta en El País de hoy que dice: ¿Pueden criticarse las políticas de género?

El mero hecho de la pregunta que, por otro lado, responde a una convicción muy extendida, debería hacernos reflexionar sobre qué calidad tiene nuestra democracia si algunas de sus políticas no pueden ser criticadas, y son demasiadas las evidencias de esa dificultad. ¿En qué mundo estamos si hay ámbitos de la vida social que se sustraen a una de las normas básicas que fundamenta nuestro sistema político, el derecho a la libertad de opinión y expresión y, por tanto, al derecho de crítica a todas las políticas, también las de género.

A continuación una nueva pregunta cobra fuerza: ¿cómo se concilia el hecho de esa dificultad, cuando no imposibilidad de crítica, con una pretendida dominación masculina, sempiterna y universal, que justamente ni se nota ni existe allí dónde más lógica parecería su presencia, en las políticas de igualdad? Pero esa ya la dejo para vosotros.

Para terminar el último párrafo del artículo citado: “Los cargos no están para ser ocupados, sino para ser servidos con rigor. Si alguien competente ha desarrollado con éxito una política de excelencia en cualquier institución, sustituirlo sólo por razones de género es una arbitrariedad. Que una institución importante esté medio descabezada porque sólo se consiente en nombrar mujeres es simplemente insensato. La justicia es una cosa; la gramática otra y la ciencia otra. La lucha por la igualdad no debe resultar un obstáculo a la administración de los intereses generales. Tampoco se debe parecer a la revancha o la ambición. Reproducir el sexismo desde el otro lado es algo que a nadie va a reportar justificación alguna. Y sobre todo es un error que no se merece una causa tan grande y valiosa como la causa de las mujeres.”

08 julio, 2008

Dominación masculina

Considero que ha llegado el momento de cambiar la forma en que se aborda el tema de la “dominación masculina”. Pretender encerrar en esa denominación o en cualquier otra de ese tipo, tal la de sociedad patriarcal, lo que está sucediendo en nuestras sociedades, choca con la percepción directa que todos tenemos de lo que en verdad sucede, pero a continuación con cuanto índice estadístico objetivo existe.

Pretender tapar lo que en verdad sucede con hombres y mujeres en el plano: de la educación, la salud y el cuidado del cuerpo, el mundo laboral y las posibilidades de realización personal de unas y otros, la familia y tantos otros ámbitos, con una pretendida dominación absoluta de los hombres sobre las mujeres es algo que el feminismo de género debería aclarar.

Que en el momento en el que la mujer goza de plenitud de derechos, se ha incorporado masivamente al mercado laboral y es mayoritaria en la escuela y la Universidad, presentar a la mujer como víctima siempre y en todo lugar, es algo difícilmente explicable en una sociedad donde los derechos de todos deben ser respetados. Aplazar sine die el reconocimiento de que muchas cosas han cambiado y que la situación del hombre hoy es todo menos envidiable me parece, que a lo único que puede conducir es a mantener un conflicto entre entre mujeres y hombres tan ficticio como doloroso y del que inevitablemente deberán hacerse responsables quienes lo avivan un día sí y otro también.

Pero en fin, esta situación posiblemente no mejore mientras la potencia de la conciencia de género de hombres y mujeres no esté un poco más equilibrada y no tan descompensada como lo está en estos momentos en los que, algo tan radicalmente falso como que hombres y mujeres ganan distinto por realizar el mismo trabajo, figura en los textos de Educación para la Ciudadanía.

07 julio, 2008

El mundo de las mujeres

He leído “El mundo de las mujeres”, de Alain Touraine y aún cuando la perspectiva del libro tiene poco que ver con la que yo adopto en esta bitácora -en el sentido de que la suya es más la de un notario que levanta acta de lo expresado por dos grupos de mujeres- merece la pena algún comentario, si tenemos en cuenta que, aún cuando el método y la perspectiva con la que aborda el estudio están muy fuertemente limitados, representa uno, sino el primer intento de penetración por parte de un intelectual de la élite europea en un santuario hasta el presente reservado a las mujeres.

Y digo que son limitados ya que, según su autor, “Este libro se fundamenta en primer lugar en una investigación, realizada a partir de entrevistas y grupos de discusión, primero entre mujeres de distinto orígenes y pertenencia (a las que incorporamos algunos hombres) y, en una segunda fase, entre mujeres de origen musulmán”, eso en lo que se refiere al método; en cuanto a los resultados: “Quiero en primer lugar mostrar que las mujeres están creando una nueva cultura y, acto seguido, definir la naturaleza histórica y social de este profundo cambio cultural.”

Y es más importante si cabe ya que resulta difícilmente entendible cómo en sociedades como las nuestras existe una parcela y, ¡qué parcela!- de la vida social que se pretende exclusiva de uno de los sexos y por eso el autor se ve obligado a decir: “En mi condición de hombre, no me habría atrevido a escribir un libro que trata directamente de mujeres, de sus actitudes y de sus experiencias. No porque crea que solamente lo mismo puede estudiar a lo mismo, lo cual sería absurdo, sino porque me oriento peor que una mujer en este universo femenino tan profusamente estudiado”

En cualquier caso a lo largo del libro encontramos párrafos como los que siguen:

“.. la seducción es buena cuando es un juego y yo llevo la iniciativa; es odiosa si es el hombre el que intenta seducirme”. (pág. 118)

“Hay que añadir que en ningún caso cabe considerar accesible la igualdad perfecta entre hombres y mujeres, siquiera suponiendo que las actuales diferencias de remuneración y de carrera llegaran a suprimirse. Las mujeres son conscientes de que mantienen una relación privilegiada con los hijos, cuya existencia les confiere un poder al que no renunciarían por nada del mundo, aunque los hombres compartieran las tareas de la casa con ellas, incluyendo el cuidado de los niños.” (pág. 139)

Tengo la pequeña satisfacción de que algunas de las tesis centrales sostenidas en esta bitácora están respaldadas por el autor, por ejemplo, al hablar de la conciencia de género que aquí señalamos como rasgo importante y distintivo de la situación actual el autor habla de “la fuerte autoconciencia femenina” como también cuando niega esa imagen de la mujer como víctima desvalida tan querida por el feminismo de género señalando más bien el importante poder femenino, o el hecho de reconocer que la lucha por la igualdad está situada un segundo plano de sus preocupaciones, y muchas cosas más. En suma que se comparta o no el punto de vista del autor entre sus 220 páginas se encuentran elementos suficientes como para dar pie a un interesante debate al que yo os animo.