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21 enero, 2009

(Im)Pertinente

Hace unos días descubrí que en la zapatería en que más veces había mirado la parte derecha del escaparate, la parte dedicaba al calzado de hombre, habían sustituido el modelo monotemático de varón por una abigarrada variedad de modelos femeninos: desde la francesita a la bota militar, mucha bota de caña: media, alta, más alta y, todas las variedades de tacón: de aguja, de superaguja, bajo, medio, con plataforma delante, de plataforma corrida… y ahora las dos partes del escaparate eran de calzado femenino; pero muchos otros cambios se han producido en el paisaje comercial del centro de mi ciudad en los últimos años: con sus nuevas tiendas de bisutería cara al lado de las joyerías de siempre, o el nuevo comercio de bolsos femeninos, algunos carísimos, junto a los modelos de visón de la peletería de toda la vida… y me he acordado de que, de hacer caso a algunas estaríamos ante un proceso de feminización de la pobreza.

Puestos a especular, ya que nos obligan, me gustaría saber qué estaría pasando si quienes mayoritariamente usásemos abrigos de pieles, alta cosmética y tratamientos de cirugía estética fuésemos los hombres…

3 comentarios:

  1. Anónimo11:29 p. m.

    Estaría bien que junto a esos estudios sobre diferencias salariales que nos dicen quién ingresa más dinero, hubiera otros que nos dijesen quién tiene más poder para disponer de ese dinero.

    ¿En cuántas familias es la mujer la que controla la mayoría de los gastos, aunque no sea ella la que tenga la mayoría de los ingresos?

    Y en cuanto al ejercicio que propones, la clave estaría en saber si el uso de pieles, cosmética, etc. es por propia voluntad o por la presión del sexo contrario para resultar atractivo. Lo que a priori se podría considerar como una muestra de superficialidad, se convierte en opresión con un chasquido de dedos. Sin embargo muchas personas dirán que no se arreglan para el sexo contrario sino para ellas mismas...

    Tarea para los psicólogos, me temo.

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  2. Esos estudios sobre quien tiene el poder del gasto en la famlia, ya existen. Ese poder es femenino, y no hay más que ver a quien van dirigidos los anuncios en la tele y la proliferación de programas para un público femenino, programas, que por otra parte difunden la ideología de género en formato basura. La María Teresa Campos fue pionera aventajada. Supo explotar las inseguridades de las marujas acomplejadas para venderles toda clase de productos inútiles. Además, pregonaba con orgullo su público marujil.

    Ahora que los gobiernos quieren promover el consumo para reflotar economías, las campañas más efectivas deberían anunciarse en el programa de la Quintana.

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  3. Es verdad, hay un juego de ambivalencia en este terreno muy grande. Tan pronto se niega que los cuidados personales sean para agradar al otro, como en otras ocasiones se presenta a las mujeres como víctimas de la tiranía del deseo de gustar a los hombres, de ese modo, lo que en tal actitud pueda haber de servidumbre, sería directamente imputable al género masculino, lo que supone una ecuación con un reparto tan desigual de responsabilidades que es difícilmente sostenible como “igualdad”. Y con otra derivada cual es la de que supondría que frente a un ser, el varón completamente responsable de sus actos, existiría una mujer de la que algunos serían responsabilidad de otros. Y eso tiene su ventaja en el sentido de que exime de responsabilidad al menos moralmente, pero tiene también un terrible inconveniente en el sentido de estaríamos hablando de alguien, que no se considera completamente responsable de sus decisiones incluidas las de cómo vestir, o la de qué imagen se quiere dar. Alain Touraine en su libro: El mundo de las mujeres, concluye que las mujeres de su estudio rechazan de plano la idea de que lo hagan para agradar al hombre.

    Plutarco, lo cortés no quita lo valiente. Creo que sería mejor que quitaras el artículo para referirte a María Teresa Campos o que en lugar de “la Quintana” pusieses Ana Rosa Quintana. En mi caso también tengo que hacer corrección ya que en la entrada anterior escribí señora Rachida cuando lo que quería poner era señora Dati. En fin, se trata de esas normas de cortesía que hacen más fácil la vida de todos. Creo que debemos centrarnos en el combate de las ideas respetando al máximo a las personas.

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