Twittear

20 enero, 2011

Dominación masculina

Ayer he podido escuchar en la presentación de un programa de radio que decía que iba hablar de la discriminación salarial de las mujeres, algo tan absolutamente demagógico y chapucero que prefiero no alimentarlo mucho más. Quizá tomar nota y pensar que inevitablemente si queremos avanzar por una senda de igualdad, se hace necesario desmontar los enormes castillos –en realidad de cartón piedra, pero eso no todo el mundo lo sabe- que el feminismo ha venido montando para justificar sus prácticas misándricas. Y quizá sea el de dominación masculina el primero que se haga necesario clarificar.

Justamente uno de los mejores sustentos de un concepto como el de dominación masculina, sea el que habla de las diferencias salariales hombre-mujer, diferencias que de haberlas no vendrían justificadas por las leyes que rigen el mercado laboral, y por tanto independientes del sexo del demandante, sino por una misteriosa mano del hombre que determinaría que ellas ganasen menos que ellos. Creo que no hará falta que me extienda mucho sobre el asunto, nadie jamás ha podido demostrar tal cosa, y que se siga utilizando como mantra lo único que pone en evidencia es que habrá dominación masculina pero el feminismo no precisa demostrar los pilares de su edificio ideológico.

Una expresión como “las mujeres cobran menos por el mismo trabajo” es una falacia absoluta como tantas veces se ha demostrado y, ya digo, la única explicación para que se siga utilizando a todos los niveles, en realidad de lo que nos habla es de dos cosas: de la endeblez de pensamiento feminista que precisa recurrir a la mentira para sostener sus tesis, y que lo de  dominación masculina habría que mantenerlo en cuarentena porque de otro modo no se explicaría la facilidad con que las “mentiras” feministas circulan y se hacen presentes en la sociedad.

Otra de las falacias de esta dominación masculina sería la de hablar de un mundo de hombres en el que regirían unas leyes que por su propia naturaleza masculina derivarían sistemáticamente en discriminación y exclusión de la mujer. Claro que la primera dificultad sería señalar dónde está ese “mundo de hombres” si pensamos en la familia, la casa, la legislación familiar: divorcio, custodia, etcétera donde quizá habría que hablar de un mundo de mujeres en el que el canon es tan exclusivo que la presencia masculina está vetada del modo más radical como quizá nos recuerda la anécdota del ausente padre de la hija de Nicole Kidman.

Pero, si fuéramos al mercado de trabajo, quizá podríamos ver y observar que las mujeres se excluyen de aquellos trabajos que desean para concentrarse en los que mayor calidad de vida ofrecen: Administración y servicios, sin desdeñar profesiones con fuerte carga de estrés cuando la remuneración parece compensarlo, por ejemplo, controladoras aéreas. Eso sí, en profesiones como la construcción, la metalurgia o la pesca de altura se seguirá hablando del machismo  que les cierra el paso, pero por ningún lado hay constatación de que sean demandadas.

Y quizá, el tercer elemento y aquí tomó parte del hilo utilizado en el susodicho programa de radio, está en señalar un “hombre poderoso” malo, muy malo, que lo gobernaría todo de forma  tan absoluta que ahí estaría la explicación del enorme esfuerzo que las mujeres deben realizar en cuidados del cuerpo y la salud para estar bellas para ellos, y así el hecho del maquillaje o los zapatos de plataforma, nada tendrían que ver con una opción libre de ellas, sino una imposición del mundo masculino que las esclavizaría en provecho de ellos. Todavía más, un episodio como el lamentable caso de la revista Vogue utilizando como modelos a niñas de siete años no sería directamente achacable a las responsables de la revista, y a las madres y padres de las criaturas, sino justamente a ese señor malo muy malo que todo lo domina y que con su poder habría conseguido que eso fuese así para alimentar su insaciable apetito libidinoso.

¡Ojo!, ante tamaño fraude, hay que recordar a quien así argumenta, que no sólo no se hace periodismo cuando se dicen tales cosas, ´más bien pura y simple demagogia y además burda. Demagogia además interesada porque esconde a las verdaderas responsables, también porque bajo ese espíritu protector se esconde una concepción de la mujer como ser en minoría de edad, manejable al antojo de los hombres, que sólo desde la más absoluta desconexión de la realidad se puede mantener.  Finalmente decir que quien así argumenta debería explicar mejor el funcionamiento de la susodicha revista para que encajemos esta última explicación suya con el reportaje que la misma realizó a las mujeres del Gobierno, tan alabado en su momento.

En fin, vivimos rodeados de un uso de las palabras destinado no a clarificar sino a oscurecer los hechos, enredos semánticos y falacias argumentales, que en un contexto menos ligado al poder serían fácilmente desveladas,  pero que justamente por eso, por estar ligadas a una ideología de poder, gozan de la extraordinaria difusión que gozan y pocos son los que se atreven a desmontarlas. En cualquier caso desde esta bitácora se seguirá haciendo un esfuerzo por la claridad, por el argumento, por la denuncia de éstas y otras muchas falacias que, no lo deberíamos olvidar, son falacias del poder. Falacias que justamente lo que prueban es que esa pretendida dominación masculina, no es más que eso, una mentira más.   



No hay comentarios:

Publicar un comentario