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04 enero, 2012

"Ciencia" que no explica


Leyendo la prensa me te tropezado con estas dos informaciones:

“El canon es indisociable del prestigio. En este ámbito y en el de mayor poder es donde se mide la magnitud de la invisibilidad de las féminas en la cultura. La autoridad y la influencia tienen sillas en los jurados, en las organizaciones, en las diversas academias y, por supuesto, en la gestión de los presupuestos culturales. Los premios son un termómetro de las consecuencias de este mal. El de cinematografía solo lo tienen seis mujeres (15%) desde su creación, en 1980. Todas por su trabajo como actrices, según el informe del Ministerio de Cultura.”

Esto es lo que escribía la Defensora de la igualdad en El Periódico de Cataluña el día 2 y esto es  lo escribe María Sahuquillo en El País de hoy:

“Solo 15 de las 60 víctimas de la violencia machista en 2011 habían presentado denuncia.”

Y sobre ese vacío de explicación pretenden que discurra el debate sobre el género. Mejor, pretenden evitar que cualquier debate sobre el género sea posible, máxime si tenemos en cuenta que algún extraño mecanismo les impide ver otras desigualdades, particularmente aquellas que afectan al varón. Por eso quizá merezca la pena esta cita de Steven Pinker que a su vez cita  a la feminista B. Friedan:

“Aunque el movimiento femenino ha empezado a conseguir la igualdad para las mujeres en muchas medidas económicas y políticas, la victoria sigue siendo incompleta. Para tomar dos de los indicadores más simples y evidentes: las mujeres siguen ganando no más de 72 centavos por cada  dólar que ganan los hombres, y estamos muy lejos de la igualdad numérica en los centros de toma de decisiones de las empresas, el gobierno o las profesiones” B. Friedan, «The future of feminism», Free Inquiry, verano de 1999. Citada por Steven Pinker en “La tabla rasa”.

En muchas ocasiones hemos hablado, y han hablado otros,  de los sueldos de las mujeres y los hombres por lo que no volveré a referirme al asunto. También recientemente he dedicado una entrada al famoso: techo de cristal, que quienes siguen la evolución de la mujer en el mercado laboral todavía no han encontrado. Pero continuemos con un poco más de Steven Pinker:

Científicos e ingenieros abordan el tema desde la perspectiva de la hipótesis de la «tubería agujereada*». Aunque las mujeres constituyen el 60% de los alumnos universitarios, y más o menos la mitad de los que se especializan en muchos campos de la ciencia, el porcentaje de las que pasan a la siguiente fase profesional disminuye a medida que pasan de estudiantes de licenciatura a estudiantes de posgrado, ayudantes posdoctorales, profesores no numerarios o profesores numerarios. Las mujeres constituyen menos del 20% de la población activa en el campo de las ciencias, la ingeniería y el desarrollo tecnológico, y sólo el 20% en el de la ingeniería. Los lectores de revistas insignia como Science y Nature han sido testigos de dos décadas de titulares como: «La diversidad: del dicho al hecho, todo un trecho» y «Los esfuerzos por estimular la diversidad se encuentran con problemas persistentes».

Una historia típica, en la que se comentaba las muchas comisiones nacionales creadas para investigar el problema, decía: «La finalidad de estas actividades es seguir socavando un problema que, según los expertos, empieza con unos mensajes negativos en la escuela, continúa en los programas de licenciatura y de posgrado que levantan barreras (económicas, académicas y culturales) a todos los candidatos que no sean los mejores, y sigue en el lugar de trabajo». En una reunión de los rectores de nueve universidades estadounidenses de elite celebrada en 2001, se reclamaban «cambios importantes», por ejemplo crear becas y ayudas exclusivas para las mujeres de los claustros, darles los mejores sitios de aparcamiento en el campus, y garantizar que el porcentaje de mujeres en los claustros fuera el mismo que el de alumnas.

Pero hay algo raro en estas teorías sobre mensajes negativos, barreras ocultas y prejuicios de género. El método que sigue la ciencia es formular cualquier hipótesis que pueda explicar un fenómeno y descartarlas todas menos la correcta. Los científicos valoran la capacidad de pensar en explicaciones alternativas, y se espera que quienes lanzan una hipótesis refuten hasta las improbables. No obstante, en los debates tipo «tubería agujereada» de la ciencia, pocas veces se menciona siquiera una alternativa a la teoría de las barreras y los prejuicios. Una de las raras excepciones fue un suplemento de un artículo aparecido en Science en 2000, que citaba una exposición de la científica social Patti Hausman en la Academia Nacional de Ingeniería: La pregunta de por qué las mujeres no eligen las carreras de ingeniería tiene una respuesta evidente: porque no quieren. Dondequiera que vayamos, nos encontraremos con que las mujeres entienden mucho menos que los hombres qué tienen de fascinante los ohmios, los carburadores o los quarks. Reinventar el currículo no hará que me interese más averiguar cómo funciona mi lavavajillas.

Algunas cosas habrán cambiado entre lo que relata B. Friedan para los EE.UU y lo que cuentan la periodistas españolas, lo que no parece haber cambiado mucho  es el método. Se da por sobreentendida cuál debiera ser la respuesta correcta a determinadas cuestiones con lo que las autoras se ahorran el esfuerzo de explicar por qué las cosas deberían ser como ellas quisieran que fueran. Quizá podríamos hablar de la “ciencia” que no explica, pero incomoda.

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