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28 enero, 2014

Algunas preguntas

No sé si os habréis dado cuenta pero en los medios, ante la opinión pública,  en una crisis tan larga y profunda como ésta, apenas si aparecen estadísticas por sexo referidas al paro, la ocupación, etc. como era costumbre antes de la misma y como el neofeminismo se encargó que se fijase como obligatorio para algunas de las oficiales.  Quizá resulta más llamativo si observamos el celo que se pone en aquellas que atribuyen toda la violencia a los hombres o a los chicos, en donde es tanto el énfasis que solo aparecen ellos.  

¿A qué será debido que no se resalte este aspecto en las socioeconómicas como siempre se había hecho con anterioridad? ¿A qué lógica tan caprichosa responderá esta extraña forma de proceder que en un momento hace imprescindible la diferenciación por sexo y al siguiente nada de eso hace falta? ¿Por qué a los  medios no les interesa  la ocupación por sexos? ¿Podría ser porque mientras la práctica totalidad de los marineros, los albañiles, o la industria son varones,  estas  cifras se invierten entre quienes imparten docencia en las escuelas, los institutos, las escuelas de idiomas y el resto de los empleos de esos centros: administrativas, conserjes  y limpieza? ¿Alguien sabe qué porcentaje de hombres y mujeres trabajan en las bibliotecas?

¿Quién decide cuando es importante hacer público y objeto de debate la composición por sexos de algunas actividades pero no de otras? Si el neofeminismo no aporta datos desagregados por sexos ¿estos no llegan a la opinión pública? ¿Es costumbre por parte de este feminismo mantener una actitud de cierta neutralidad  y sacar a la luz datos sin importar a quién beneficien o más bien al contrario solo saca unos determinados y siempre con el mismo sesgo? ¿Qué todo esto suceda del modo que está sucediendo nos estará indicando un cierto poder o se puede concebir que esto suceda sin necesidad de importantes palancas de influencia?


Lo que se muestra es importante, pero no lo es menos lo que se oculta. El negativo de lo que llega a la opinión pública comienza a ser tan o más importante que lo que se nos ofrece como la actualidad. Vivimos en una sociedad que a pesar de pregonar las ventajas de la publicidad y la transparencia camina a toda velocidad en la dirección de la opacidad y el secretismo. ¿Por qué se oculta a la opinión pública que el empleo neto creado desde el comienzo de la crisis es casi todo público y casi todo ha sido ocupado por mujeres siendo varios cientos de miles? ¿Por qué se legisla sobre educación desde el Ministerio de sanidad? ¿Estamos en el principio de: mejor que de algunas cosas la sociedad no se entere?

22 enero, 2014

Los valores sagrados son más poderosos que los contratos sociales

A veces uno siente  la impotencia del lenguaje y lamenta no ser capaz de dar la expresión y dimensión que una idea precisa. Por eso me han resultado tan importantes los conceptos explicados por Scott Atran en esta entrevista de M. Teresa Gímenez Barbat ya que algunos de ellos vienen a llenar ese vacío además de que encuentro en ellos un valor seminal y una perfecta adaptación a lo que en esta bitácora más nos ocupa: neofeminismo y masculinismo. 

Otro día habrá que hablar de por qué los hombres buscan con preferencia, por no decir exclusivamente, el lado neutro de la ciencia y el pensamiento, rehuyendo el lado de “género” y las mujeres casi con preferencia, por no decir exclusivamente, rehúyen ese lado neutro para concentrarse en los aspectos de género. Al menos en lo relativo a determinada ciencia  y pensamiento. 

Ya que en  ese concepto de “valores sagrados” como:  “valores indiscutibles” “que nos llevan incluso a sacrificar la vida por gente con la que no mantenemos lazos de sangre” encaja perfectamente lo que ha significado la mili y la guerra como obligaciones masculinas a lo largo de la historia, pero también en muchos otros momentos de la vida civil cuando se imponía la máxima:  “las mujeres y los niños primero” o, por irnos a sucesos bien recientes la actitud de los operarios de Fukushima, y en general esa consideración del hombre como el sexo desechable.

Recientemente en ¿Quién se beneficia de tuhombría? alguien planteó  que la máxima: “las mujeres y los niños primero” no aparece en el derecho positivo y por tanto el sentido de obligación que conlleva quizá no fuera tal. Para ese tipo de preguntas la respuesta quizá haya que encontrarla en la dirección que apunta el autor en la entrevista: Los valores sagrados son más poderosos que los contratos sociales, de conveniencia o de utilidad. Son el cemento de la sociedad, la manera de constituir agregaciones mayores que las familias o los clanes.” 

Pero también me parece muy interesante lo que se cuenta de cómo se gestan esos valores, cómo su fuerza no es racional sino emocional y encuentro que es justo el mecanismo que con mayor predilección utilizan las campañas del neofeminismo, al tiempo que muestran su nula querencia por el debate sosegado y desapasionado y su preferencia por las campañas y los eslóganes reiterativos que apelan siempre a lo emocional y se imponen por su insistencia y machaconería, en muchas ocasiones, en un clima de amenaza. Una de estas campañas rezaba: “Te lo diré una y mil veces, somos iguales” 

¿Por qué mil veces, por qué es ella quien ha de repetírselo a él? ¿Los hombres no entendemos lo que es la igualdad, o lo que se nos está pidiendo es que entendamos por igualdad lo que no lo es? En fin, por qué las campañas del neofeminismo nunca son reversibles y siempre van en la dirección de obligación para él y derecho para ella.  ¿Por qué hay un ser sin responsabilidad y hay otro que debe asumirla por todo lo que pasa y  le pasa?

Es también el mecanismo emocional el que se pone en juego para colar la mentira como la contenida en esos carteles de los que habla Fericgla (aprox. en el minuto 01:00) en los que se ha sustituido un “Si” condicional por un “cuando”, algo que quizá pueda ser, por algo que está siendo, que sin dudarlo sucederá y la única duda sea el cuándo,  o aquella otra: De todos los hombres que haya en mi vida ninguno será más que yo (decía ella) mientras él lo que decía era: De todas las mujeres que haya en mi vida ninguna será menos que yo. 

Religión e ideología. Ambas nacen de una concepción alejada de la racionalidad humana con ánimo de imponerse al colectivo de forma indiscutible.  En ambas hay un credo, y un catecismo para el día a día. Ambas prescinden de los hechos. Ambas apelan a lo emocional. Como prueba la sofística de este razonamiento  del Tribunal Constitucional para explicar la diferencia de penas en la violencia de pareja, que en nada desmerece de cualquier parábola bíblica:

La STC 59/2008 rechazó el recurso de inconstitucionalidad a la Ley contra la violencia de género por lo siguiente:
En primer lugar porque, la diferenciación de la pena es razonable porque persigue incrementar la protección de la igualdad, integridad física, psíquica y moral de las mujeres en un ámbito, el de la pareja, en el que están insuficientemente protegidas, y porque esta legítima finalidad se consigue con la razonable constatación de una mayor gravedad de las conductas diferenciadas, tomando en cuenta su significado social objetivo, el considerar que la violencia de género es el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. La mayor sanción no se impone por razón de sexo del sujeto activo, sino porque la conducta tiene un mayor desvalor al constituir una manifestación específicamente lesiva de violencia y de desigualdad.
Y, en segundo lugar, no se vulnera el principio de culpabilidad porque no se trata de una presunción en contra del imputado, sino la constatación razonable de su lesividad, por el especial desvalor de la propia y personal conducta del agresor

Ya que efectivamente se impone en razón del sexo del sujeto activo incluida su orientación seuxal, porque la violencia de pareja no es un fenómeno estructural, y  en cualquier caso no lo sería más que la violencia en las parejas homosexuales, o de la mujer al hombre, o de la mujer  a los hijos, aspectos todos que se salvan en base al prejuicio con que está hecho el razonamiento ya que todo él se corresponde en los términos con lo declarado por el feminismo de género y su concepción de los sexos como dos clases sociales enfrentadas en la que una impone su voluntad a la otra con todos los medios, también la violencia.  Porque para a poder aceptar lo segundo (la violencia) habría que demostrar lo primero (que esa ha sido la regla que he regido en la historia de la humanidad).

De nuevo se vuelve a poner un “cuando” donde lo que tendría que estar es un “Si” condicional.


18 enero, 2014

No todo vale

Hace un tiempo conté desde estas páginas que tenía la impresión de que los hackers estaban muy ocupados con mi blog. Pero lo de ayer, y lo de hoy, es máximo. Participando en el debate abierto en esta entrada del blog Mujeres de repente comienzan a aparecer comentarios con el mismo nick y no solo eso, sino que pinchando en ellos llevan a mi página. Allí traté de dejar claro cuáles escribía yo y cuáles correspondían a un usurpador, pero para sorpresa mía y de algunos más que participaban en el debate, a quienes por cierto eliminaron todos los post en que se denunciaba esto, resulta que la administradora decide borrar muchos de mis comentarios pero mantiene los del usurpador. De este modo los dos primeros que pueden leerse no son míos, como cualquiera que me conozca puede adivinar, sí el tercero en el que respondo justamente a ese usurpador y a Eric. Si estas son las aportaciones del blog Mujeres a la causa de las féminas, que cada uno juzgue como quiera. En cuanto a los hackers no sé nada de ellos pero al menos está clara su ideología e intención o la de quienes les pagan por su trabajo. 

Por supuesto estaría muy agradecido a quien me diga como puedo hacer para evitar que esto suceda. 




17 enero, 2014

Cariño, baja la basura

Cuanto más reflexiono sobre el mundo en el que vivimos y la perspectiva de género que se nos impone, más sorpresas me llevo.  Quizá sea yo de los pocos o los muchos, no lo sé con certeza, que considero estamos asistiendo a la construcción de un mundo donde los roles de género se nos imponen con la misma fuerza que cuando él salía a cazar y ella se quedaba en la cueva con los niños.  Es verdad que la cueva hoy se extiende mucho más allá del hogar y que los hombres no tenemos por ocupación básica la caza, pero la línea divisoria entre el mundo de las unas y los otros es tan marcada como lo fue históricamente. Como también que hay espacios en los que nos cruzamos o convivimos pero es que así ha sido en todos los momentos.

Y no es menos verdad que los estereotipos se cultivan con el mismo esmero de siempre, él: simple, rudo y violento y ella: delicada, con cerebro multitarea e incapaz de hacer daño a nadie. La insistencia en que seamos quienes nos ocupemos de la basura llama la atención, parece anecdótico pero no lo debe ser tanto cuando hacen falta tantas campañas publicitarias  para recordarnos que es nuestra tarea, como no menos destacable lo es el tono acusador que se emplea, en alguna con colleja incluída -la violencia contra el varón sí se puede banalizar-, pero en muchas otras recordándonos que no lo hacemos en el contenedor apropiado y con eso dañamos al conjunto de la sociedad. En alguno que he visto mientras esto se dice se ve pasar, en segundo plano, una mujer con carrito de niño. La última parece ser esta.

Sorprende que mientras se hacen campañas de patrimonialización de los hijos por parte de las madres y se construye una sociedad donde estos prácticamente no se relacionan fuera del hogar, en otros casos tampoco dentro, más que con mujeres: en casa, la guardería y la escuela,  jamás se haya planteado debatir esa cuestión, mucho menos promover cualquier iniciativa que rompa el aislamiento, y mientras tanto se nos empuje con tanto ahínco a ocuparnos de la basura, la cocina,  la lavadora o el planchado. Como siempre ha sido ¿se nos confinará en el mundo de las cosas reservándose para las mujeres el de las personas? ¿Quién impone los roles?

Y, ya para concluir, teniendo en cuenta que estamos en un fuerte debate sobre la Ley del aborto, decir que escuchando algunos discursos parecería  que a los hombres nos debería ser indiferente que la ley que se apruebe contemple o no los supuestos de malformación, por ejemplo. 


15 enero, 2014

El machismo y los enredos del lenguaje

Leer el discurso de género no es sencillo y tengo la impresión de que se trata de una estratagema para hacer más difícil su inteligibilidad y en consecuencia la respuesta que se le haya de dar. Se trata de un enfoque en el que uno no sabe nunca a qué atenerse porque cuando se espera que la lógica vaya en una dirección lo que se encuentra es que va en la contraria, y que esta vez es en esa dirección pero en cualquier momento puede ser en la opuesta. La ambivalencia, es decir, entender como válida una respuesta y su contraria, se convierte así en una de sus notas más destacadas.

Y así, después de haber identificado machismo y maltrato o machismo y sociedad patriarcal o todavía machismo y sexismo y de explicarnos que por sociedad patriarcal debemos entender aquella construida en beneficio del hombre y detrimento de la mujer  y en su versión de género como aquella construida en beneficio de la dominación masculina sobre las mujeres, dominación que se valdría de todos los medios posibles incluida la violencia, resulta que cuando la justicia no inculpa a las mujeres de los corruptos también estaríamos hablando de machismo aunque cueste ver en ello nada que se asemeje a lo de más arriba, más bien al contrario diría yo.

Pero la cosa no acaba ahí y como vimos en la penúltima entrada el académico no duda en calificar como machista el hecho de que el género masculino sea el no marcado, o que en el Congreso de los diputados el proyecto de Ley del aborto del P.P. haya sido calificado del mismo modo, aún cuando su autoría pertenezca a una partido político conformado por hombres y mujeres y esté auspiciado por sectores muy conservadores de la sociedad entre los que se encuentra la Iglesia, que si su cúpula está conformada por hombres, no son estos su principal clientela ya que son muchas más las mujeres practicantes,  pero también por los grupos pro-vida compuestos en su inmensa mayoría por mujeres.

Los ejemplos podrían multiplicarse  ya que el término es como una especie de saco sin fondo donde cuando alguien quiere sacarse de encima un tema incómodo o una explicación matizada sencillamente puede recurrir a él en la completa seguridad de que nadie tendrá nada que reprochar en el temor de que se puede volver contra él un anatema lo suficientemente ofensivo como para que alguien desee exponerse a que le sea colgado. Venimos así a caer en la cuenta de que mediante un procedimiento en el que como por arte de birlibirloque algo tan difuso e impreciso como machismo  tanto vale para resolver la autoría de un proyecto de ley, una ventaja moral y jurídica a favor de las mujeres o resolver un tema lingüístico, como para fundamentar la discriminación de las mujeres o ser equiparable a la violencia de género.

Pero es que si fuésemos al término género nos encontraríamos ante una situación semejante y si en algún momento se dice que las personas tenemos género que no sexo, en otros momentos se dicta una ley llamada de violencia de género en la que en la práctica lo que se recoge es la violencia de pareja cuando esta es heterosexual y es ejercida por el hombre sobre la mujer. También contra los hijos pero sólo en el caso de que la misma sea perpetrada por el padre, no así la perpetrada por la madre, y al lado nos encontramos con que también existe una justicia de género, las enfermedades mentales son catalogadas en función del género, o en la enseñanza se hace necesaria la educación de género.

No sé qué méritos cabrá atribuir al feminismo de género pero el de la claridad tengo para mí que no y mientras todo esto sucede las cosas en sociedad discurren como si nada de lo anterior precisase ser aclarado aunque  sea tanto lo que está en juego.  El resultado sin embargo viene a derivar en una idea que se impone en todas las mentes: en esta sociedad hay un sexo que representa el lado oscuro de la misma y hay otro sexo carente siempre de cualquier responsabilidad si de lo que se habla es de lo rechazable o lo indigno.


11 enero, 2014

El género no marcado

Repárese en el párrafo que sigue de este artículo, de Pedro Álvarez de Miranda con título: El género no marcado:

“¿Y por qué es el masculino, en vez del femenino, el género no marcado? Buena pregunta, para cuya compleja respuesta habríamos de remontarnos, en el plano lingüístico, hasta el indoeuropeo, y en el plano antropológico hasta muy arduas consideraciones, en las que no pienso engolfarme, acerca del predominio de los modelos patriarcales o masculinistas. Efectivamente, es más que posible que la condición de género no marcado que tiene el masculino sea trasunto de la prevalencia ancestral de patrones masculinistas. Llámeselos, si se quiere, machistas, y háblese cuanto se quiera de sexismo lingüístico. Séase consciente, sin embargo, de que intentar revertirlo o anularlo es darse de cabezadas contra una pared, porque la cosa, en verdad, no tiene remedio. Rosa Montero lo ha escrito admirablemente: “Es verdad que el lenguaje es sexista, porque la sociedad también lo es”. Lo que resulta ingenuo, además de inútil, es pretender cambiar el lenguaje para ver si así cambia la sociedad. Lo que habrá que cambiar, naturalmente, es la sociedad. Al cambiarla, determinados aspectos del lenguaje también cambiarán (en ese orden); pero, desengañémonos, otros que afectan a la constitución interna del sistema, a su núcleo duro, no cambiarán, porque no pueden hacerlo sin que el sistema deje de funcionar.”

Tratando de poner de manifiesto la inutilidad de las propuestas de tantos estudios sobre el sexismo del lenguaje, acaba aceptando considerar machista el hecho de que el masculino constituya el género no marcado. Lo cual no sé si dilucida la cuestión o más bien la mete en un laberinto de difícil salida, máxime si se tiene en cuenta lo que dice al final del párrafo relativo al núcleo duro y los aspectos del idioma que nunca cambiarán, lo que no solo daría toda la razón el feminismo sino que garantizaría que a perpetuidad esta sociedad pudiese ser considerada como machista, al margen de todo lo demás.

Pero lo cierto es que el lenguaje, más allá de la gramática, admite usos sexistas como admite usos discriminatorios contra colectivos no conformados por el sexo,  sino en razón de  su procedencia geográfica o tantos otros rasgos que podamos tomar como distintivos de personas o colectivos y así por ejemplo en multitud de lenguas la denominación para sus hablantes es la de “las personas” mientras que los otros son “los bárbaros”.

Como tampoco acabo de ver los beneficios de esta característica del idioma pues,  si como las feministas aducen invisibiliza a la mujer, lo cual solo sería cierto en algunas situaciones particulares ya que la lengua nos da recursos para evitar que esto suceda, no está tampoco claro que la invisibilidad sea siempre algo a evitar sino más bien deseable, particularmente cuando este masculino genérico a lo que hace referencia es a lo que menos dignifica al  género humano, en expresiones del tipo: “el mayor riesgo para que el planeta colapse se debe al hombre”  “si la educación no funciona es por culpa de los profesores” o “el mal comportamiento de los hijos es de los padres que no saben estar en su sitio” o, por partida doble en expresiones del tipo, “Padres contra profesores: ¿Quién tiene la culpa del fracaso escolar?

En cuanto a otros aspectos, como el tratamiento dado a determinados términos, tan sexista serían algunas cosas denunciadas por el feminismo, como que el diccionario no recoja una entrada con la palabra misandria, o que haya terminado aceptando, aunque sea en un sentido limitado el término género, por no mencionar la cándida explicación de lo que hayamos de entender por feminismo, en la que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.  


Pero en la medida en que la cita que da pie a este comentario se remonta al indoeuropeo y más allá, no estaría de más, aunque supongo que se trata de una tarea inmensa, que solo me atrevo a insinuar, indagar cuánto pueda estar condicionando esta característica del idioma en la actual dificultad, a veces parece que insalvable, de los varones para adquirir conciencia diferenciada como sexo, lo que las feministas denominan conciencia de género, y que en su caso ha derivado no solo en una defensa incondicional de las de su sexo, sino en un completo desentendimiento de lo que suceda más allá de él. Dificultad tan extraordinaria en los varones como para permitir que haya hombres que hablando del hombre genérico, incluso del varón, lo hagan sin sentirse ellos mismos aludidos. 

09 enero, 2014

Conferencia de Josep Mª Fericgla


Al igual que ha hecho Enric Carbó en su blog me ha parecido tan interesante esta conferencia del autor arriba citado que he decidido colgarla aquí a efectos de su difusión. El título dela misma es: Feminidad y virilidad vs machismo y feminismo. 




Confio en que os resulte tan interesante como a mí me ha parecido 



02 enero, 2014

¿Qué esta pasando con nuestros derechos?

Antes de ninguna otra cosa quiero recomendar la lectura de este artículo porque lo que se cuenta en él es del máximo interés.

Pero a continuación formularía la pregunta del encabezado: ¿qué está pasando con nuestros derechos, que está siendo de los derechos y las garantías jurídicas de los varones en los procesos de divorcio, asignación de la custodia de los hijos y violencia de género?  ¿Qué sucede con la libertad de expresión y comunicación en relación a estos asuntos?

¿Puede una sociedad del siglo XXI que se dice democrática asistir sin vergüenza a la pretensión de institucionalizar diferencia de trato entre los hijos muertos a manos de sus padres según que el autor o autora del mismo haya sido su padre o su madre, en orden a esconder los muertos debidos a estas últimas, como ya se hizo con anterioridad con las de los varones a manos de sus parejas?

¿La igualdad consiste en airear  los actos violentos de los varones y ocultar los de las mujeres? ¿En qué queda lo de la igualdad de trato cuando ambos crímenes son juzgados de modo tan desigual? ¿Puede existir igualdad sin simetría y reciprocidad? ¿Se puede llamar igualitaria la justicia que se establece según el sexo? El principio constitucional de no discriminación por razón de sexo ¿sigue vigente?

Pero más allá de estos derechos que afectan de modo singular a los varones, deberíamos preguntarnos si este ambiente de anestesia en relación con los mismos, y de vergonzoso silencio por parte de quienes se dicen “alternativos”, es el que favorece que desde los medios de comunicación y las instituciones se confunda la caridad con la solidaridad, la profesionalidad con el espíritu de misionero, los derechos regulados con la concesión graciosa de los mismos, que los derechos de la ciudadanía se reconozcan según el sexo, el momento y la ocasión …

Y para que no pare el recordatorio del poema de Martín Niemöller (yo también lo atribuía a Bertolt Brecht) ahí va mi pequeña contribución:

“Cuando se fueron al traste las garantías jurídicas de los varones
guardé silencio
porque yo no tenía conflicto con mi pareja.

Cuando lo de Snowden y la interceptación universal de las comunicaciones
no protesté
porque en las mías si acaso encontrarían pecadillos

Cuando nos dieron caridad por solidaridad
no dije nada
porque en una situación de tanto apuro cualquier gesto debía ser bienvenido

….

Cuando todo lo anterior se volvió contra mí
el deterioro era ya demasiado grande para que alguien pudiera venir en mi auxilio.”